miércoles, 1 de diciembre de 2010

Abuela...

 Una anciana caminaba con paso sosegado y pausado por el parque que alguna vez fue el lugar de incontables alegrías, el calor hacía denotar que la primavera estaba en todo su esplendor y que casi no faltaba nada para el verano. Sonrío ante la idea de tener que ya dejar de ver el prado verde cubierto en muchos lugares por flores y capullos, dejar de embriagarse con su aroma y con la belleza con la cual se desarrollaban para mostrarse con magestuosidad y elegancia en una armonía que para ella era inolvidable de cada estación.

 Se sentó en una banca cercana a una pequeña fuente para descansar las pobres piernas invadidas por las várices, dió un suspiro de alivio cuando poso su trasero completamente en la banca. Los niños que jugaban en los metálicos juegos hacían mucho ruido, dando grititos, chillidos, risotadas y corriendo de un lado a otro llenaban de vida a la ya agotada vida de la anciana. Una brisa tibia movió los blancos cabellos de la anciana, sonrío levemente y en su rostro se hicieron mostrar las crueles arrugas. Palpó la banca en la que estaba sentada y repasó a los niños jugando, sacó un pequeño papel y un lapiz y escribió para luego dejarlo en uno de los espacios entre las tablas de la banca.

 Dió un pequeño y casi inaudible gemido al levantarse de la banca, al parecer sus huesos no le acompañaban en su triste tarea de vivir el día a día. Después de que sus huesos asimilaran su peso, la anciana comenzo a caminar por el parque otra vez...esta vez de salida, mirando por última vez en
"Confundido sea el que no entiende mis palabras porque eso estaba predeterminado desde un comienzo en este viejo papel"